jueves, 9 de octubre de 2008
Malestar, ganas excesivas de llorar, de irme, de alejarme de él, de que nos quedásemos juntos para siempre. En mí no son raras las contradicciones, y ésta era una más de tantas otras. Aún así, me quedé con él, soportando todo lo que cargaba dentro. Jamás lo notó, claro. Siempre es mejor hacer ojos ciegos y oídos sordos cuando uno nota que está ante un problema, o mejor: ante una persona problemática. Sabía que sus intenciones no se asemejaban a las mías, pero de todas maneras accedí. Jamás iba a poder negarme ante él. Sabía que podía conmigo, siempre lo supo y lo utilizó, luego, para llevar a cabo sus más destructivas jugadas. ¿Una habitación? ¿Por qué me había llevado hasta ahí? La respuesta era obvia. No entendía, o no quería entender. Prefería no ver por qué me había llevado hasta aquella habitación del primer piso. Yo no quería que él sólo quisiera sexo conmigo, quería algo más. Que me mire, que me toque, que me de un abrazo sincero. Que me haga vivir. Entonces simplemente prefería pensar que habíamos ido hasta ahí por una cuestión de privacidad, de comodidad, o de cualquier idiotez que me ayudase a mantener esa sonrisa, que no reflejaba lo que verdaderamente sentía. Con él era mejor ocultar todo. Yo no quería que se borrase, y si mostraba una pequeña parte de mi malestar, no iba a hacer otra cosa que desaparecer, quizás para luego volver con las aguas más calmas. Quizás para nunca hacerlo.
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1 comentario:
En un pasado no muy lejano me identifique mucho con lo que escribiste!!
Tienes msn ??
besooos
stay strong
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