Cuando lo conoció, era un chico más, uno del montón. Ella no creía que ese iba a ser el chico por el cual iba a derramar lágrimas todos los días, cuando lo tenía cerca y cuando no. Las cosas empezaron a cambiar cuando ella comenzó a hablar con él, y de alguna manera, comenzó a necesitarlo cada vez más. Se estaba comenzando a aferrar a algo que le haría tan bien, pero tan mal al mismo tiempo.
Cuando la noticia empezó a correr, todo era rumor, nada concreto. Pero ella sabía en el fondo de su pequeño corazón que esto no era ‘algo más’ o, un amor pasajero.
Lejos de él, sufría. Cerca de él, apelaba a la indiferencia, o a la ignorancia. Por dentro se estaba muriendo, muriendo de ganas de estar con él, de poder robarle solo un beso para saciar todos sus sentimientos. Por fuera parecía una chica que hace la suya, sin importar lo que piensan los demás. Pero esta no era la realidad, la gente jamás se esforzó para conocerla bien. Ella era insegura, jamás conforme con lo que era, solitaria y lastimada. Pero esta máscara hacía creer a los de su entorno que ella jamás bajaría los brazos, que era una chica fuerte.
Nunca creyó que una persona la fuese a debilitar de esa forma. Tanto fue así, que ella comenzó a hacer cosas que en un pasado le habían hecho mal, y lo sabía, pero por alguna cosa no quería dejarlo, y las ganas volvieron. Pero se acrecentaron. Y esta vez fue peor que la anterior. A todo esto se le sumaba el no – apoyo de sus ‘amigas’, que lo único que hacían era burlarse de ella y, lo que más la hería, de él.
Pero a ella no le importaba, quería amarlo, y lo hacía… Cada vez más. Fue creando, como quién dice, su propio círculo de baba, y viviendo dentro de el, haciendo el menor contacto con la sociedad que lo único que hacía era cerrar cada vez más ese círculo, hasta que ella llegaría un punto en el que querría morirse. Y es casi del todo verdad. Porque ella se sintió así, y con esa sensación, con esa pena dentro de ella, las ganas de sentir un abrazo de él se acrecentaban.
Sólo quería llorar, que la dejasen hacer su vida en paz. Que no hubiese obstáculos que la hicieran caer… quería ser escuchada y que los demás se preocuparan solo un poco por ella, y no se hundiera.
Jamás sucedió… los demás eran ‘los demás’, que si la consideraban su amiga, pero no de la forma que una persona necesita.
Al fin ella logró encontrar su grupo de ‘amigas’ que compartían sus intereses, su odio por ellas mismas y todo lo demás. Pasaba horas y horas hablando con ellas, pero nunca se sentía conforme. Ana y Mía; ahora todo era diferente, con su compañía lograba sentirse aunque sea, un poco bien. Pero le seguía faltando algo: Él.
Ella no iba a dar el primer paso, y sabía que el tampoco, aunque sus amigos le dijesen que a él le encantaba ella. Nunca se lo creyó. Parecía que sí, pero nunca lo hizo. Su vida era perfección y mentiras… Mentiras que hacían cada día más inalcanzable esa imperfecta perfección.
Nadie de su familia sabía nada, y sus amigas, jamás la escuchaban. Sólo una o dos lo hacían, y ella… ella debía apoyarse en esas dos, aunque no lo gustaba, no quería que ellas se hicieran más problemas….
Ella jamás contó nada. Nunca supo en quién confiar y en quién no. Todo terminó tal como empezó: él siguió siendo su inalcanzable, y ella se terminó de caer.
lunes, 3 de noviembre de 2008
viernes, 24 de octubre de 2008
Basta de no ser auténtica, hoy quiero decir que es lo que realmente pienso. Estoy harta de tener que vivir mi vida llena de mentiras, y no poder ser lo que quiero sr por una cosa u otra. Quiero poder hacer todo lo que quiero hacer y que nadie me diga nada, quiero estar con ana para siempre, quiero tener esa perfeccion que nunca puedo llegar a alcanzar, me siento tan mal. Ana es parte de mi y no quiero que se vaya, quiero estar siempre con ella.
jueves, 9 de octubre de 2008
Malestar, ganas excesivas de llorar, de irme, de alejarme de él, de que nos quedásemos juntos para siempre. En mí no son raras las contradicciones, y ésta era una más de tantas otras. Aún así, me quedé con él, soportando todo lo que cargaba dentro. Jamás lo notó, claro. Siempre es mejor hacer ojos ciegos y oídos sordos cuando uno nota que está ante un problema, o mejor: ante una persona problemática. Sabía que sus intenciones no se asemejaban a las mías, pero de todas maneras accedí. Jamás iba a poder negarme ante él. Sabía que podía conmigo, siempre lo supo y lo utilizó, luego, para llevar a cabo sus más destructivas jugadas. ¿Una habitación? ¿Por qué me había llevado hasta ahí? La respuesta era obvia. No entendía, o no quería entender. Prefería no ver por qué me había llevado hasta aquella habitación del primer piso. Yo no quería que él sólo quisiera sexo conmigo, quería algo más. Que me mire, que me toque, que me de un abrazo sincero. Que me haga vivir. Entonces simplemente prefería pensar que habíamos ido hasta ahí por una cuestión de privacidad, de comodidad, o de cualquier idiotez que me ayudase a mantener esa sonrisa, que no reflejaba lo que verdaderamente sentía. Con él era mejor ocultar todo. Yo no quería que se borrase, y si mostraba una pequeña parte de mi malestar, no iba a hacer otra cosa que desaparecer, quizás para luego volver con las aguas más calmas. Quizás para nunca hacerlo.
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